1 de marzo de 2011

Keukenhof, un mundo de tulipanes


Si se viaja a Holanda en primavera es inexcusable visitar Keukenhof, el famoso parque de los tulipanes, un verdadero festival de colores que solo está abierto al público en unas determinadas fechas entre los meses de marzo y mayo, la temporada de florecimiento.
Keukenhof se sitúa al oeste de Amsterdam, en un extenso parque de 32 hectáreas llenas de plantas bulbosas en flor, principalmente tulipanes de todos los colores y variedades que uno pueda imaginar. Pero no solo eso. Keukenhof contiene además bellos jardines, fuentes y estanques, un parque infantil con todo tipo de juegos, cafeterías, un restaurante, tiendas donde comprar bulbos de tulipanes y otros souvenirs, una pequeña granja de animales, laberintos, un viejo molino al que se puede subir para fotografiar las vistas del parque… Mención especial merece el enorme invernadero donde se exponen las plantas más delicadas, especialmente las orquídeas.
Donde hoy se encuentra Keukenhof había en el siglo XV un terreno de caza, donde también se recogían hierbas para la cocina del castillo de Jacqueline de Baviera. Keukenhof significa en holandés “jardín de la cocina”. En 1949 se organizó allí una exposición mundial de bulbos que acabaría transformándose en un festival anual que atrae cada año a casi 45 millones de visitantes.
Además, cada año Keukenhof dedica sus exposiciones a un tema en concreto. En 2010 fue Rusia y el año que viene será “Alemania, tierra de autores y pensadores”. Aparte de esto, cada día hay música, desfiles florales y exhibición de trajes regionales holandeses.
Las entradas pueden adquirirse en las mismas taquillas del parque, pero si nos alojamos en Amsterdam tal vez sea mejor idea comprarlas en la estación o en las oficinas de información turística situadas en la Centraal Station o en el aeropuerto de Schiphol. El ticket combinado incluye el transporte en autobus hasta el parque y la entrada. Es una manera cómoda de evitar atascos en la carretera y colas delante de las taquillas.
Por otro lado, el viaje en bus hasta Keukenhof también merece la pena, atravesando los interminables y coloridos campos de flores que rodean la localidad de Lisse. Hay quien aprovecha la visita para alquilar una bicicleta a la entrada del parque con la que recorrer los senderos naturales de los alrededores, encantadores caminos que llegan incluso a las playas de Zandvoort aan Zee y otras localidades costeras. También existe la opción de recorrer los canales de esta preciosa región contratando un paseo en barca.
Por último, no podemos pasar por alto que Keukenhof posee el honor de ser el lugar más fotografiado del mundo, aunque ninguna fotografía puede transmitir la belleza en vivo de sus jardines. Cada día, el parque abre sus puertas una hora antes para que los aficionados a la fotografía disfruten de la luz de las primeras horas del día y la tranquilidad necesarias para realizar sus mejores instantáneas, antes de la llegada de los turistas.

prueba

Aunque en los últimos años su popularidad en nuestro país ha ido aumentando, los mercadillos navideños de Alemania siguen siendo bastante desconocidos para muchos viajeros españoles. Sin embargo, quien los descubre suele repetir porque se encuentra con una experiencia inolvidable, algo totalmente distinto a los mercadillos navideños de nuestras latitudes.

Las grandes ciudades alemanas suelen acoger uno o varios mercadillos en distintos lugares, pero también hay mercados en los pequeños pueblos, tal vez más auténticos y encantadores que los de las grandes urbes. Lo que les hace diferentes a los nuestros es el ambiente que se respira en ellos, la decoración -a menudo cargante- de los puestos navideños, la música, la nieve… En Alemania tanto niños como adultos viven la Navidad muy en serio.

Los puestos suelen vender todo tipo de adornos y productos navideños. No faltan los abetos naturales o los dulces típicos y por supuesto, el Glühwein, el famoso vino dulce de Navidad que se bebe caliente y que nos permite entrar en calor y proseguir la visita al mercadillo. También encontramos a menudo pistas de hielo donde patinan familias enteras, sin olvidarnos de los imprescindibles puestos donde comprar un sabroso Bratwurst.



Uno de los más famosos es el de Nuremberg, que en estas épocas se convierte en la capital del país. De allí son originarios los famosos Adventstollen, los pasteles navideños de jengibre que se consumen en todos los hogares alemanes. Sin embargo el lugar más espectacular para pasar unas navidades en Alemania es el precioso pueblo de Rothenburg ob der Tauber, en la región de Franconia, un lugar de belleza indescriptible que parece sacado de un cuento de hadas. Sus casas, sus tiendas, sus calles empedradas… Todo parece pensado por y para dar cobijo al mercado navideño más bonito de Alemania y tal vez de Europa.

Por lo demás, los mejores mercados se encuentran en el sur del país: Baviera y la Selva Negra. Cada pueblo, cada ciudad, tiene su mercado navideño con caracter propio. Sería imposible hacer aquí una lista de todos ellos, pero por citar algunos de los más interesantes señalaremos el grandioso mercado de Navidad de Stuttgart, situado en la Schlossplatz, que alberga un pequeño bosque artificial por cuyo interior viaja un tren para niños. En Konstanz, el mercado se extiende a orillas del majestuoso Bodensee, el Lago Constanza. Más al norte, en Colonia, se instala cada año un barco convertido mercado flotante en aguas del Rin. En Munich se montan varias pistas de hielo y la Marienplatz se llena de ricos colores y olores. En Gengenbach el ayuntamiento se convierte en un gigantesco calendario de Adviento en la que cada día antes de Nochebuena se abre una ventana iluminada con alguna figura navideña…

Desde finales de noviembre hasta el día de Navidad los mercados navideños inundan Alemania ofreciendo al viajero la ocasión de saborear todo el encanto de la Navidad centroeuropea.